Caring for a sweet little star (Misión D)

por **Alice K. Deviluke U.** Vie Jul 05, 2013 3:03 pm

No entendía como no pude negarme a esa misión, me adentre en esa lujosa mansión, un largo pasadizo se mostraba ante mí, conduciéndome hacia una amplia habitación, una estancia amueblada con el mas llamativo de los estilos anticuados. Las paredes pintadas de un hermoso color melocotón, sillones de cuero, jarrones decorados de una forma exquisita, esculturas e mármol, todo en ese lugar era magnifico y sólido. Sobre un amplio sillón de alto respaldo se sentaba un hombre delgado y consumido. – Buenos días Hiruko-sama, perdón por haberme tardado tanto. – salude, realizando una pequeña reverencia.

– ¿Bromea Hime-sama? llego en solo cinco minutos, es todo un récord para mi persona. – en hombre se levanto y realizo una reverencia para mi. – Y dejemos las formalidades, que me haces sentir viejo, solo Hiruko. Su cuarto ya sabe donde se encuentra y tiene todo lo necesario para que este cómoda. – el señor explico cada una de las cosas, mientras tomaba las valijas que estaban junto a la puerta. – Volveremos lo más pronto que podamos.

La puerta se cerro tras el señor y me queje sola es esa gran mansión, subí a paso pausado al piso superior, entrando en la habitación con la puerta rosa, una pequeña de rubios cabellos abría sus ojitos lentamente, lanzando un largo y sonoro bostezo. – Buenos días bella durmiente. – la niña solo sonrío, frotándose un poco sus ojitos. – Tus padres ya se fueron, seré tu niñera por esta semana. Espero que seamos buenas amigas. Bueno, lávate los dientes, iré a prepararte el desayuno. – explique tranquilamente, girándome, caminando hacia las escaleras.

por **Alice K. Deviluke U.** Vie Jul 05, 2013 4:55 pm

– Papa me dijo que te hiciera caso en todo lo que me digas. – escuche la dulce voz de la niña en mi espalda, observe como tomaba una tostada, comiéndose de 3 grandes mordiscos. Una sonrisa adorno mi rostro, tantos recuerdos inundaron mi mente, mi familia, mis amigos… todas esas personas que me dieron cariño. – Bueno come, que después vamos a pasear. – la niña comenzó a brincar, parecía que no salía muy seguido de esa casa, yo por alguna extraña razón la entendía, tenerlo todo no es como parece, es un mundo dando obtienes lo que quieres, siempre que tuvieras callada y quieta, que solo hablara cuando se dirigieran a mi.

Salimos de la casa, a caminar un rato por el pueblo, era un día especial, un festival acababa de empezar, los olores de la comida exótica inundaban el lugar, la risa de los niños no podían faltar, sentí como mi mano era tomada unas pequeñas, la niña no paraba de señalar un puesto en especial, las personas se aglomeraban alrededor de este, pasando entre esta, solo era un puesto de Kingyo Sukui, los niños intentaban atrapar a los peces pero ninguno lo había logrado, solo consiguiendo que sus kimonos quedaran mojados. La pequeña tenía un brillo especial en los ojos, deseaba uno de esos peces. – ¿Quieres que consiga un pez para ti? – la pequeña me miro sonriendo, nos acercamos para jugar un poco.

– Uno, por favor. – el dueño del puesto me entrego un pequeño colador de papel y el cuenco lleno de agua. Observando la gran variedad de peces en cuanto a tamaño y color. – dime, ¿Cuál quieres? – la pequeña señalo un pequeño pez blanco con negro, se veía bonito y en buen estado. – Veras el secreto de este juego es que tienes que ser lo suficientemente rápida. – observo con atención al pez, concentrándome, solo con una rápido movimiento, una columna de agua se levanto, varios peces estaban en el aire, solo movía el cuenco atrapando a los peces que habían salido. Siete pequeñas carpas estaban dentro del recipiente, incluyendo la que la niña había pedido. La pequeña comenzó a aplaudir junto a las demás personas, el dueño guardo los peces en una bolsita. – Arigato. – nos despedimos de todos, rumbos a comer, ese fue solo el primer día que pasaría con esa niña tan parecida a mi, pero no puedo evitar sonreír, seria una misión divertida.

Cuando volvieron los señores de sus vacaciones, se sorprendieron de encontrar todo en orden y a su hija sus nuevas mascotas y con su cuarto lleno de cosas nuevas, mascaras, afiches, peluches. La niña se notaba mucho más feliz, me despedí de los señores con una reverencia. La niña se acerco a mí y se despidió con un abrazo. Hace tiempo que no sentía esa clase de cariño. Pero no me desagradaba, tal vez, las personas no eran tan malas como yo pensaba.

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